Un finde especial
El año pasado hice un curso de fotografía en la RSFZ de Zaragoza con el que disfruté muchísimo. El caso es que no recuerdo muy bien por qué me perdí las clases dedicadas al retrato. Cuando este año me propusieron participar en una sesión con modelo incluido, allí me fui, yo, mi Cannon, mi trípode trapero (que no usé) y muchas ganas.
Claro que yo, tengo que decirlo, me sentí poco más o menos igual que un adolescente la primera vez, con más ganas que maña, y ella, la modelo, se veía imponente y se ofrecía con una generosidad que ,no pude evitarlo, me dejo bloqueado. OUT. Me puse a disparar como un jilipollas lo más rápido que pude y pase mi turno.


De repente, sentí que controlaba la situación, que podía comunicarme con ella y ahí estaba yo pidiéndole a la modelo y ella…. ¡ME HACIA CASO!, yo que estoy acostumbrado a ser el hombre FUJITSU y a que me griten por no recoger el plato en el lavavajillas, me encontraba de pronto en frente de una desconocida, que podía darle forma a las composiciones que iba imaginando.

Os pongo un par de fotos de la sesión aunque mas que las fotos (mejorables, lo se) lo que realmente me gustó fue cómo me sentí.
Así que este finde ha sido muy especial, Bocata en el bar de abajo de casa, que ya casi es un clásico, el viernes, bajada por el Ebro con el payaso de mi amigo R. interpretando el Titanic (¡lastima olvidarnos de las cervezas!).
Y además volvimos a ver a Nala, el nuevo miembro de la familia que está a punto de llegar a casa y que ya nos tiene a todos locos.
Pero es que además mañana es uno de esos días especiales que uno nunca olvida por muy mala memoria que tenga. Tenía preparado esto hace tiempo pero hoy es el día:
PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
Lo esperaba. Sabia que hoy nuestra madre, gracias a ti, volveria a ser visible. Gracias��
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