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Mostrando entradas de agosto, 2023

La Diosa Madre y las Vírgenes de Agosto

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Como cada 5 de agosto, en las primeras horas del día, el campano de Juan recorre el pueblo  de punta a punta, dejando ecos de auroras por las esquinas y un aroma a café recién hecho  que los vecinos ofrecen a su paso. Aquel otro 5 de agosto también cantó la aurora y también bandearon las campanas de la  iglesia a fiesta grande, mientras nos preparábamos para recoger los resultados médicos de  madre. En el camino estalló una tormenta de verano que nos obligó a parar bajo un puente. Un  mal presagio. La Diosa, señora de las tormentas, había hablado: era Cáncer estdío III. Mal  pronóstico. Aquel 5 de Agosto, como éste, la albahaca recién cortada de luís esperaba la hora de la  Salve, a que los vecinos se lanzaran sobre ella, para conseguir un ramo protector. La plaza  entera se llenaba de ese olor denso y dulzón en un acto, seguramente, reflejo de otros ritos  mucho más antiguos y complejos de purificación y protección. Madre colocaba la albahaca bendecida bajo el colchón de la cuna de su

Del Amor y el Desamor.

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Imagino el mar que nunca tuve. Una barca varada en espera de la siguiente  marea y una hoguera en la que arrojar todos los recuerdos hasta convertirlos  en humo, entre llamas que se elevan y crepitan rompiendo el suave rumor  acompasado de las olas. Ya ves a lo que hemos llegado, amor. Un chiste mal contado:  “Baja el telón y se apagan las luces como se apagan los sueños ¿Cómo se  titula la película?”  Ahora que nuestras miradas se rehúyen como gaviotas sin rumbo y el alegre torrente del deseo,   es ahora, manso remanso antes de perderse en el  mar.   Ahora que el silencio, ese viento gélido que borra los besos y los abrazos, deja  solo pétalos marchitos con aroma de nostalgia en las frías noches de insomnio. Ahora que el tiempo envejeció el tiovivo de esperanzas del que ya sólo queda  una música lejana y el eco de las risas de los hijos que ya no están. Ahora que solo nos quedan cristales rotos, deberíamos unir tus tristezas y las  mías y convertirlas en levadura que hiciese crecer la