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Mostrando entradas de 2017

El hombre de las narices

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Un año más, como cada Nochevieja, el extraño Hombre con tantas narices como días quedan para acabar el año, saldrá de su casa bajo el árbol con su gran abrigo negro para ocultar las narices de su cuerpo. Un año más. Un árbol cuajado de bolas, cuajado de palabras que no llegaron a escucharse y de  palabras que nunca debieron haberse escuchado.  Bajo ese árbol vive el misterioso hombre de las narices perdiendo una a una cada día del año. Carne de su carne, abandonan su cuerpo para vivir su propia existencia, acabando en el interior de un pan de leña recién hecho o entre las piernas de un amante con el que jugar a devorare como si no hubiese un mañana. Día a día, trozo a trozo, deseo a deseo, en un ciclo que termina cada Nochevieja a las 12 de la noche cuando la última nariz se desprende entre campanadas y risas y sale huyendo en busca de mundos imposibles. Después, el ciclo se repite y vuelven a surgir 365 narices 365 deseos incumplidos que irán desgranándose uno a uno

Los Bienes de Sijena o las croquetas revenidas

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- Bueno pues ya tenemos los pingos en casa - me dice mi amigo cocinero. - No seas malo, que con mucho menos, Caixaforum te monta una exposición itinerante. Todo es cuestión de saber venderlo. Y tú, más que nadie debería saber acerca de vender croquetas revenidas – contesto yo Y es que es cierto. Sijena nunca volverá a ser lo que fue con bienes o sin ellos. Por su historia, humedades, varios incendios, una guerra que lo pillo de lleno, milicianos anticlericales con más testosterona que cabeza que utilizaron las vírgenes románicas para sacarse del cuerpo el frío implacable del invierno monegrino en plena guerra, monjas con más actitud práctica que romántica (no quiero pensar que con un toque de avaricia también), que tuvieron que hacer frente a la ruina de su convento con la venta de lo que tenían a mano, dejadez, desaprensivos varios, oportunistas y en fin, demasiadas cosas para un pobre monasterio que hoy pudiese haber sido una autentica capilla Sixtina y que el destino lo

Tiempo de membrillos

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Membrillo: Dicese de una persona carente de sentido, poco espabilado, cenutrio. Vivo en un país de membrillos. Gobernado por membrillos. Yo mismo me siento a veces un membrillo. La mayor parte del tiempo los membrillos están calladitos y quietecitos cosa muy normal en un membrillo pero algunas veces, hacen y dicen membrilladas. Por todos los sitios, rodeado de membrillos. En el trabajo ya no se trabaja en proyectos sino en retos transversales. La CUP ya no habla de la Península de Barataria de Sancho sino de Repúblicas transversales (¿Alguien ha comprobado si esos chicos tienen ombligo para descartar su procedencia extraterrestre?). Puigdemon  soltando membrilladas con su bufanda color membrillo paseándose por las calles de Bruselas, corazón de una Europa también de carne de membrillo. Hasta el hombre del tiempo señala soles de membrillo y habla ahora de ciclogénesis explosivas para referirse a las ventoleras de toda la vida. No puede uno pasarse la vida rumiando cada membrilla

Bicho raro.

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Hoy quiero confesar un secreto. Creí  que podría vivir ocultándolo y seguir llevando una vida normal como si nada pero no puedo más. He decidido asumirlo y hacerlo público. He buscado en la Wikipedia y en la Frikipedia alguna información sobre el tema pero a día de hoy sigo sin encontrar ni una sola entrada en Internet (estoy pensando en abrir una)  y me he visto obligado a escoger un nombre más o menos adecuado para definirlo: sufro de anorgasmia patriótica.  No es que sea algo nuevo para mí (yo hice la mili y allí ya sufrí una crisis aguda) pero tampoco le había dado más importancia hasta el día 1 de Octubre cuando al asomarme al balcón de mi casa después de ver y oir por televisión lo que todos vimos y oímos y descubrir los  balcones de mis vecinos cuajaditos de banderas, me sentí como un ciego al que le intentan explicar cómo es Ordesa en otoño  y pensé ¿y si me estoy perdiendo algo? Como me considero una persona muy racional decido utilizar el método científico: P

El eclipse que no llega

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Como me jode encontrarme hoy  internet llena de fotos estupendísimas del Eclipse. Yo ayer, desde la azotea de mi casa, estuve una hora disparando una foto cada 10 minutos entre las 9:45 y las 23.00 y la luna que lucía sobre la Almozara blanca y gorda, eso sí, parecía reírse de mí mientras ascendía lentamente por el cielo nocturno de la ciudad. Se suponía que debería haberla visto teñirse poco a poco de un bonito tono rojizo, o al menos anaranjado-frenadol, antes de recuperar la color, pero mi luna blanca y pálida no cambió de color anoche. Y, mientras desde la azotea de mi casa espero la foto perfecta que no llega, unos mil migrantes se lanzan en una carrera desesperada para intentar cruzar el paso fronterizo del Tarajal en Ceuta, ante una policía que intenta frenarlos a patadas y porrazos, entre  la sorpresa y el miedo a la avalancha  humana que se les viene  encima, desbordados por una situación  que, ya desde hace tiempo, les viene grande. La mayoría quedó a

Una de paella

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Este fin de semana tocaba un tres en uno: Reencuentro con un viejo amigo (Cosco, tenemos que hacerlo más a menudo), escapada al delta y paella. Viejos recuerdos, sestear retumbados en la playa y bañarse sin cumplir con el tiempo reglamentario  que mandaban los cánones no escritos del baño saludable de las madres, sin otras pretensión que ver pasar el tiempo al ritmo lento de las olas, casi ausentes, de ese mar tranquilo y perezoso del delta. - Papaco, ¿Por qué aquí el mar no es tan claro como en Grecia? (La amiga de mi peque le ha mandado unas fotos de vacaciones en un crucero por el Egeo con unas aguas cristalinas como de piscina clorada) - Hija, Porque aquí cagamos más  y con peor mala leche. Y es que este país, es un país colorido y sabrosote, como una paella con sus mejillones en peineta y sus rojos escamarlans. Pero un país con muy mala leche, como si el socarrat dejara de ser lo mejor de la paella para decirte a la cara - ¡Macho!, tú dirás lo que qui

El río que nos lleva

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Mi pueblo no es un pueblo marinero de esos de arroces y sardinas pero tiene río. Y cuando digo río digo Río.  A pesar de que Yesa, las presas y las mini centrales le han robado parte de su fuerza original, es un río con carácter, de los que marcan la vida y la historia de los que crecimos a su vera.  El Aragón es un río que nace para dar nombre a todo un reino (un reino venido a menos, pero reino al fin y al cabo) y que como amante infiel y revoltoso decide de pronto virar a la izquierda y meterse en tierras del vecino (también un poco venido a menos).  Antes de que se prohibiese el baño por motivos de salubridad  (¡qué afán de prohibir!), los domingos, la playa pedregosa de la presilla, rebosaba de familias enteras reunidas, con sus hamacas y hogueras de sarmientos, cargadas de neveras y ensaladas. Allí aprendimos a nadar y amar entre juegos, aguadillas y risas y al atardecer cuando aparecían las nubes de mosquitos (¡cómo se ponían con los forasteros!) antes de la vue

VIGNEMALE: El señor de la montaña.

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Tras el buen sabor de boca dejado por el concierto de Ara Malikian y el regusto amargo por el recuerdo del genocidio de millón y medio de armenios ignorado por la comunidad internacional (una vez más los muertos invisibles de tercera), un buen madrugón para reunirnos en plaza Europa con Juanjo, Tere y Ricardo que nos recogen con su furgo.  Bea y Manolo se encontrarán con nosotros en Bujaruelo.  A pesar de mis dudas, el reto personal, la compañía, las previsiones de buen tiempo, el poder ver el segundo glaciar más grande del Pirineo y único que aún mantiene su fisonomía alpina, a pesar de la fuerte regresión  de los últimos años, (el cambio climático está ahí y la desaparición de los glaciales del Pirineo es una buena prueba de ello), hacen que me lance a lo que para mí ha sido una auténtica aventura. Eso y la idea de desconectar 4 días, sin cobertura, cagando a pulso, lavándome en un abrevadero de ovejas y llegando agotado a las 9 de la noche con la mirada desbordada de vistas imp