Todos son mis hijos


Veintitantos, una licenciatura y un currículo intachable. Su ilusión, dedicarse a la investigación.

Decía  Don Santiago Ramón y Cajal  a primeros del siglo pasado aquello de que "investigar en España es llorar".  Un siglo después, las cosas han cambiado poco y muchos investigadores terminan opositando a un puesto en la administración o emigrando, hartos de que las cosas no mejoren. Porque, a día de hoy la investigación en España sigue en una situación de abandono por los recortes en las inversiones y porque, aunque aprobadas, hay partidas económicas que ni siquiera llegan a ejecutarse. Nadie duda de que un país moderno, como se supone el nuestro, debería basar sus acciones de futuro en educación, cultura, sanidad y ciencia pero los datos están ahí para recordarnos lo poco que se ha hecho en España lo que debería encendernos la luz roja de que estamos perdiendo este tren una vez más, como tantas veces a lo largo de la historia.

Veintitantos, un módulo profesional, trabajador y responsable. Su ilusión, vivir de su trabajo con su pareja y conseguir todas esas pequeñas y grandes cosas para construir una vida feliz.

Aquello de “a igual trabajo, igual salario” es algo que lleva vías de convertirse en el eslogan de una película Disney para las Navidades. La diferencia entre unos trabajadores y otros, a nivel de condiciones y contratos de trabajo es dispar, y la situación de precariedad ha aumentado y afecta en particular a los trabajadores de nuevo ingreso. Una presión constante, de no renovación de contratos, de cambios del sistema de trabajo, de anuncios de recortes, de congelación de salarios especialmente ejercida sobre los trabajadores más vulnerables a tiempo parcial y eventuales, una auténtica política del miedo, que se traduce incluso en consignas para mantener la mayoría sindical que más interesa a la empresa, mientras ésta aumenta sus márgenes de beneficios.

Sobre dieciséis años. Estudia secundaria. Toda una vida por delante y sueños por definir. 

A mitad de camino entre la infancia y la edad adulta y empezando a tomar sus primeras decisiones importantes, sus preocupaciones están aún en los logros inmediatos, la pertenencia al grupo y el descubrirse a sí mismo mientras ve pasar por delante una realidad que percibe aún lejana y ajena. 

Hablo de los Millennial, de la Generación Z, o como los queramos llamar. Hablo de nuestros hijos a los que damos el relevo y dejamos un futuro incierto en el que tendrán que reinventarse sin nuestra ayuda pero mejor preparados que nosotros y a pesar de todo optimistas y seguros de que a pesar de las dificultades saldrán adelante.

La próxima vez que tengamos que meter una papeleta en la urna, quizás deberíamos pensar un poco más en ellos y dejar un poco de lado las banderitas, la virgen de Covadonga y los debates totalmente superados.


Comentarios

  1. Si te escucharan los que mandan! Lo malo es que no tienen ni idea y al parecer sus hijos, si los tienen, deben vivir en otra galaxia

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