Libre te quiero




Apenas unas horas antes de las concentraciones del 8M, Ortega Smith (VOX) responde a un grupo de feministas en Bruselas: “Sin las Navas de Tolosa, sin la batalla de Lepanto y sin Carlos V creo que todas las señoras que están en esta sala vestirían el burka”.

Como padre de una hija de 15 años, me gustaría decirle a usted que en el país en el que vivo, la lucha por la igualdad de derechos no acabó con cuatro gañanes cargados de testosterona descabezando moros y violando a las mujeres y a los eunucos del harén, para que hoy mi hija no se vea obligada a llevar un burka.

Decirle que aún falta mucho camino por recorrer, para hacer comprender a los descendientes de aquellos gañanes que no son depredadores sexuales esperando el paso de una chuleta de carne.

Decirle que aún falta mucho camino para que mi hija no termine viendo su carrera profesional truncada por su condición de mujer, bajo las órdenes de un jefe de actitud paternalista (en el mejor de los casos), posiblemente menos preparado que ella, que cobra más y tiene erecciones mientras le mira las tetas.

Decirle que  falta mucho para que mi hija sea dueña de su cuerpo, para decidir tener o no tener hijos, sin que ello suponga un hándicap ni que tenga que explicar a nadie una y otra vez que su vientre no es una incubadora orgánica.

Decirle que falta mucho para que mi hija no tenga que poner cara de rancia al pasar por delante de un grupo de tíos para sentirse segura o para que, si se pinta el pelo naranja, se enfunda una minifalda minúscula y se pone hasta el culo de rayas y copas un finde bailando como posesa en una discoteca, alguien no piense que “esa tía folla como una perra” y que luego, cuando  vaya a denunciar una agresión, un policía le pregunte como iba vestida o cuánto había bebido, mientras los vecinos comentan que se lo andaba buscando y "que era demasiado zorra  para ser una víctima", mientras se exime a su agresor porque iba muy pasado y no sabía lo que hacía.

El país con el que yo sueño, no es el suyo señor Ortega, es un país donde mi hija será libre. Libre hasta para equivocarse y hoy, como hombre, quiero revindicar esa lucha, no la del feminismo de gestos, ni el de las aberraciones del lenguaje intrusista, sino la de verdad, la de la libertad y la igualdad de oportunidades. Se lo debo a todas esas mujeres que traigo a mis espaldas y también a las que vendrán: mujeres fuertes, sin burka, tuteladas,  pero libres como supieron, como pudieron, a su manera y a las que gente muy parecida a ustedes les impedía hasta abrir una cuenta bancaria sin permiso de su padre o esposo.

Hoy es el día para revindicar esa lucha, que no está reñida con la masculinidad y la feminidad como actitudes ante la vida y no necesariamente ligados a la genitalidad; ya que igual que el sol (masculino) es una estrella (femenino) o la luna (femenino) es un satélite (masculino) o la tierra (femenino) es un planeta (masculino), los hombres y mujeres se mueven en una escala que cubre todos los colores del arco iris y en ningún caso su género debería ser motivo de ningún tipo de discriminación.


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