Antonio, la crisis y la alcaldesa

Antonio no es un  hombre guapo, pero tiene encanto. El encanto de quien se hace así mismo. Un luchador. Se diría que se equivocó de época al nacer. Bien podía haber sido un maqui o un compañero del Che. Tiene el pelo ensortijado, varios pendientes, siempre con su gorra calada y una mirada franca. Fuma como un carretero y cuando tose parece que se desgarra, un cuerpo al que le sobran unos cuantos kilos y cuando  escribe, escribe con más faltas que palabras. No se puede decir más.

La mierda de la crisis, le llevo a reinventarse a si mismo como a tantos otros, buscándose la vida en un pueblo pequeño de Teruel. Cuando digo pequeño es pequeño: unos 30 habitantes en invierno que se multiplican por 100 al verano. Allí se hizo cargo del bar de las flamantes piscinas municipales (producto seguramente de algún pelotazo) manteniéndose como pudo durante el invierno y esperando sacar algún cuarto en verano que le permitiese seguir tirando hasta que tropezó con la alcaldesa. También sacada de otras épocas pero más negras y oscuras. No es necesario decir de que partido, es fácil de imaginar.

Un buen día le cambió la cerradura del bar y Antonio se encontró en la calle. Acudió a la Guardia Civil pero la alcaldesa que está por encima de la ley y del bien y del mal no atendió a razones ni contratos y lo dejo con un palmo de narices arruinado, lleno de deudas y solo. Aunque eso no es nuevo. Antonio siempre ha estado solo.

Antonio está ahora en juicios. Más gastos. Un David contra un Goliat sin muchas posibilidades porque en este caso, Dios no está de su parte. Dios nunca está de parte de los hombres que se hacen así mismo. Debe pensar que se bastan solos y la justicia, tampoco tiene muchas esperanzas con las justicia. En este país la justicia es como es no como debería de ser. Pero Antonio lo tiene claro. Si lo meten en el trullo  al menos quedarse a gusto y meterle dos tiros a la petarda esa.

En el pueblo, a la gente no les gusta la alcaldesa, o eso dicen,  pero la votan y Antonio, es el forastero, y aunque lo apoyen y conspiren en la intimidad de un rincón del bar ninguno se enfrentará abiertamente. Esto ha sido así en este país desde siempre.

Y ahí esta Antonio con su lucha particular haciendo una guerra heroica y romántica  sin esperanza. Y cuando ya no puede más, pues se sube al monte, a tirarle pedradas a los pinos. 

Y es que el ya lo dice: Si al primer desahucio se le pegan dos tiros al Botín se acabó la crisis. 

Pero en este país ya no hay sitio ni para las revoluciones aunque sean en solitario. Ya ni siquiera esperamos que las cosas cambien y si lo hacen será a peor. Y sin embargo, quien sabe, igual Antonio tiene razón y ha llegado la hora de tirarse al monte pero no a tirarle pedradas a los pinos.

Comentarios

  1. 👏👏. Me gusta la frase de"escribe con más faltas que palabras"...
    Totalmente de acuerdo con tu parecer: En este pais, no caben revoluciones...¿Será que tenemos lo que nos merecemos?

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