De vuelta al monasterio de Sijena
Año y medio después, vuelvo a visitar el monasterio de Sigena. Sigo pensando lo mismo que escribí entonces pero tengo que reconocer que me siento un poco decepcionado. Los procesos judiciales siguen su curso, pero muy lentos mientras los políticos siguen enarbolando el tema de los bienes sobre el papel y haciendo muy poco sobre el terreno.
Es cierto que la exposición ha adquirido alguna pieza nueva como los hermosos ataúdes de madera policromados y que esta vez fue posible visitar parte del monasterio aunque como visita independiente (tuvimos una visita al monasterio por la mañana y otra a la sala de exposición de los bienes por la tarde por incompatibilidad de horarios).
Tuvimos que comer en Sariñena (muy bien por cierto) porque en Villanueva de Sigena el restaurante estaba petado. Sigue sin haber una zona de aparcamiento organizada lo que hace imposible una foto decente del monasterio sin que lo afee un autobús o un coche aparcado junto a los muros del edificio y aunque el monasterio cuenta con baños, solo son utilizables en su propia visita (están dentro del recinto). Fuera solo hay unos baños químicos naranjas como de verbena insuficientes para un grupo de jubilados de vejiga floja.
Y aunque el recinto, no lo dudo, cuente con las condiciones adecuadas para la conservación de las diferentes piezas (se nos comentó que la temperatura se regulaba desde Zaragoza) La exposición sigue teniendo un aire de provisionalidad con estantes, armarios y cajones que parecen sacados del trastero de un museo, sin iluminación ni vitrinas adecuadas, que deslucen y hacen el recorrido un tanto inconexo.
Echo de menos un poco de imaginación y un poco de tecnología del S.XXI, Se me ocurre, proyecciones sobre muros y techumbres recreando lo que fue este monasterio como panteón real y archivo de la corona y que den sentido a los pequeños fragmentos recuperados de obras de arte completas y hoy perdidas para siempre.
Echo de menos un poco más de hincapié en el valor humano e histórico de algunos de los personajes relacionados con su historia desde su fundación a los vecinos que se jugaron la vida por salvaguardar lo poco que pudieron rescatar del incendio y su casi destrucción durante la guerra civil y cuya historia se pasa como de puntillas.
Y echo de menos el reconocimiento de la importancia que tuvieron algunas actuaciones que rescataron obras valiosísimas y sin las cuales se hubiesen perdido irremediablemente independientemente de que haya llegado el momento de que estas obras regresen ahora a donde tienen que estar.
Puedo entender que Sigena no es el único lugar donde invertir para conservar y recuperar el patrimonio aragonés pero francamente esperaba que en este tiempo se hubiese hecho algo más sobre el terreno y algo menos de exaltación del aragonesismo en los mítines políticos.
No se trata solo de que los bienes vuelvan al lugar donde deben estar sino de dotarlos de sentido y de valor.
Por cierto, y como ejemplo, las monjas de clausura ofrecen (por la voluntad) madalenas de Barbastro y Monzón y artesanía relacionada con su orden francesa de la orden de Belén pero no estaría de más, un poco de Merchandising dentro o fuera del monasterio de reproducciones relacionadas con el propio monasterio, o repostería de la zona. Así mal vamos si lo que se pretende es que Sigena llegue a ser un valor económico para toda la comarca.
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