One sad history at the bloody moon
Hay días grises que uno preferiría olvidar. Días en que la
realidad se tiñe de apatía y en los que hagamos lo que hagamos, nada puede hacer
que te sientas plenamente satisfecho. Días en los que, como decía Leo en la flor
de mi secreto, menos beber, todo me resulta difícil. Y bebes para olvidar; bebes
para celebrar; y si nada pasa, bebes para hacer que algo pase.
Días en los que terminas acudiendo al altar de tus recuerdos,
aunque la memoria es traicionera y el tiempo difumina, cuando no borra los malos
y endulza hasta el empalago los buenos, nublándote la cabeza y entonces llega la nostalgia por una inocencia
perdida que ya no se puede recuperar.
Ya no hay risas, ni infancia, ya no hay abrazos, ni besos. Solo
el silencio y un profundo sentimiento de soledad. Y perdido, sin rumbo como
vaca sin cencerro, tienes que ir apañándotelas sólo porque la vida pasa, y la
vida te jode y las personas que te rodean te molestan y te joden más.
Persigues algo irreal, una ficción mimada y construida con el
tiempo y la nostalgia y me oprime el corazón saber que ya no es posible encontrarla.
Ni es el momento, ni el lugar, ni el tiempo, ni la forma. Tal vez sólo deba
esperar un poco más, otra vida, quizá.
A través del Podcast deforme Semanal de Isa Calderón y Lucía
Lijtmaer, escucho un poema de Edna St. Vincent, “el amor no lo es todo” que
dice más o menos así:
Se que el amor no lo es todo: no es comida ni bebida;
Ni sueño ni un techo sobre tu cabeza contra la lluvia;
Ni una tabla que flota para este hombre que se hunde.
Y se alza y se hunde y se alza y se vuelve a hundir;
El amor no puede llenar de aire mi pulmón herido,
ni limpiar la sangre de mi herida abierta,
ni soldar mi hueso partido.
Incluso Pudiera ser qué en un momento difícil,
Vendiese tu recuerdo por un poco más de paz.
Pudiera ser. Pero no creo
que lo hiciese.
Y anochece y la noche se tiñe de un azul intenso y una enorme
luna roja anaranjada se levanta y puedo escuchar los latidos de mi corazón, hinchado
bajo el influjo de esa luna de sangre que me hace olvidar errores del pasado y
pienso que debería escribir sobre el amor que, como las hojas muertas en otoño nunca
acaba de morir hasta que el otoño pasa y llega el invierno y, ese día, los amores muertos acabaran por morir que decía Serge
Gainsbourg en la Chanson de Prévert. Escribir sobre el desamor y los deseos que escapan por la ventana y otros que renacen inesperados.
Y después amanece, las nubes grises desparecen, y respiro, y
vuelvo al presente y a mi vida. Una ducha, una muda limpia y una nueva máscara
para seguir adelante. ¿Cuál prefieres hoy? ¿una de ficción, como la escritora de novela rosa Amanda Gris? Aunque lo intentase, seguro terminaría saliendo una novela tirando
a negro.
José, me sigue sorprendiendo esa capacidad tuya de escribir, y hacerlo muy bien,
ResponderEliminarY es q te desenvuelves igual de bien.cuando nos narras hisdt9rias cargadas de esa socarronería gardiana, como en este de hoy,lleno de delicadeza y sentimiento. 👏👏👏
Hoy tenemos que releerlo más de una vez para poder recoger todo lo que nos transmites, pero que bonito lo sabes decir, aunque rezume tristeza😘😘
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