Tiempo de membrillos

Membrillo: Dicese de una persona carente de sentido, poco espabilado, cenutrio.

Vivo en un país de membrillos. Gobernado por membrillos. Yo mismo me siento a veces un membrillo. La mayor parte del tiempo los membrillos están calladitos y quietecitos cosa muy normal en un membrillo pero algunas veces, hacen y dicen membrilladas. Por todos los sitios, rodeado de membrillos. En el trabajo ya no se trabaja en proyectos sino en retos transversales. La CUP ya no habla de la Península de Barataria de Sancho sino de Repúblicas transversales (¿Alguien ha comprobado si esos chicos tienen ombligo para descartar su procedencia extraterrestre?). Puigdemon  soltando membrilladas con su bufanda color membrillo paseándose por las calles de Bruselas, corazón de una Europa también de carne de membrillo. Hasta el hombre del tiempo señala soles de membrillo y habla ahora de ciclogénesis explosivas para referirse a las ventoleras de toda la vida.

No puede uno pasarse la vida rumiando cada membrillada que ve o que escucha porque entre otras cosas sería agotador y la mayor parte de las veces uno se muerde la lengua y las deja pasar como quien oye llover pero a veces te chirrían de tal forma, que te asalta como un escalofrío y una comenzón que te obliga a removerte en el sofá y perder esa compostura inmóvil casi mística de un buen membrillo en calzoncillos.

"He vivido muchos años al lado de la escuela naval de Marín, en la calle Salvador Moreno de Pontevedra. Ahora no sé por qué le han quitado la calle al almirante Salvador Moreno. Pero en fin, he vivido allí muchos años y le sigo llamando así"
M.Rajoy.

Pues debería saberlo. Precisamente usted que se le llena la boca hablando del respeto al orden constitucional y que acaba de desempolvar el delito de sedición, debería saberlo, porque eso exactamente, es lo que hizo su almirante Salva: pasarse por el forro de los cojones el orden institucional establecido y mearse en la constitución y la bandera (otra constitución y otra bandera). Pero el destino quiso que en lugar de ser condenado por sus faltas en un consejo de guerra, pasase de capitán a almirante en apenas un año, de allí a ministro de la marina y terminara con una calle en Pontevedra. La vida es así. Lo que a unos les supone pena de cárcel o incluso la muerte a otros les supone  reconocimiento.

La decisión de cambiar el nombre de la calle por el de Rosalía de Castro ocurrió en un pleno del ayuntamiento de Pontevedra en  octubre de 2002 en cumplimiento de la ley de memoria histórica (a la que su gobierno no dedica ni una sola partida presupuestaria) y aprobada en el parlamento, ese que según usted dice, nos representa a todos. También a Usted. 

Pero ¿Quién coño fue Salvador Moreno?. Pues por hacernos una idea, fue uno de los altos cargos del franquismo acusado por la audiencia nacional de crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra civil (aunque el tribunal supremo estimó que dicha calificación fue errónea ya que este concepto fue definido con posterioridad a los hechos imputados ¡Hay que joderse!).

Salvador, participó al mando del buque Canarias, en uno de los episodios más cruentos y silenciados de la guerra civil que batió el récord de población civil masacrada hasta ser superado por la guerra de los Balcanes. De La desbandá en Málaga solo se habló en voz baja hasta medianos de los 80.


Febrero de 1937. Málaga, a donde nunca llegaron los refuerzos esperados, es tomada por las tropas nacionales. Las autoridades no organizan ningún plan de evacuación para la población y el resultado fue el caos y una huida descoordinada La desbandá.  No había tiempo para pensar. Entre 100.000 y 150.000 personas huyeron por el único camino que quedaba libre: la carretera que une Málaga con Almería (N-340). Muchos malagueños, pero también refugiados de otras zonas de Andalucía y de pueblos vecinos.  La mayoría mujeres ancianos  y niños. Cargados con ropa y ajuares y hasta  con máquinas de coser que terminarían quedando en la cuneta. Otros con niños de apenas unos meses. 220 kilómetros, medio descalzos, con el frío de febrero sin comida. Hambre mucha hambre. Una gran riada humana huyendo de las bombas, a cuyo paso no quedaba nada  que llevarse a la boca.

Encajada entre el mar y Sierra Nevada, la carretera se convirtió en una auténtica ratonera donde la columna humana fue blanco fácil de las ametralladoras de los aviones italianos y de las bombas de varios cruceros apostados justo en frente. Y allí estaba Salva, en la cubierta del crucero Canarias, jugando a ser Dios. ¿Qué sentiría allí, decidiendo quién vive y quién muere? ¿Tendría una erección? estos si...estos no... ¡ahora! ¡Disparen! Como un puesto de tiro pichón de ferias solo que aquí los muñequitos a los que disparar eran personas de carne y hueso.

Cuando pasaban los aviones, se daba la voz y a correr a refugiarse entre los cañaverales, como si las cañas pudieran proteger de algo. Atrás quedaba un amasijo de escombros sangre  y cuerpos desmembrados. Niños  extraviados, llorando. El pánico y el horror. El sonido de los aviones rasantes y sus ametralladoras. El silbido de las bombas antes de explotar contra los cortados para multiplicar la acción de la metralla que se clavaba en las carnes. Carnes de ancianas en las cunetas varias veces derrotadas por la vida. Carnes de madres abrazadas a sus hijos. Las familias de los muertos no se paraban a enterrarlos. Había que seguir corriendo. Había que sobrevivir. No hay registro de los muertos. Se habla de 5.000, 6.000. Muchos más en cualquier caso que en el mucho más conocido bombardeo de Guernika apenas unos meses después.

Norman Bethune, fue un médico canadiense que acudió desde Valencia con su ambulancia y su equipo de transfusión para socorrer a los heridos y dejó para la historia una frase "No he venido a España a derramar sangre, sino a darla"), un relato “El crimen de la carretera Málaga-Almería” y un puñado de fotografías para documentar el horror de aquella huida. 

Supongo que nada importa ya. Nada podemos hacer por ellos. Nada excepto una cosa. Solo una. El respeto.

Es tiempo de membrillos. Esa fruta hermosa casi con luz propia pero que no puede comerse como tal sino es convertida en dulce o mermelada. Como el membrillo también deberíamos arrojar luz  sobre nuestra historia y terminar digeriéndola de una vez por todas convertida en agridulce mermelada.

Malos tiempos para la cordura. Tiempos locos sin sentido. Otros membrillos seguirán con sus chácharas absurdas mientras llega el invierno frío con sus nieblas y las manos en los bolsillos y ese hastío en la mirada como de luz de membrillo que no deja sitio para la esperanza.

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