El hombre de las narices

Un año más, como cada Nochevieja, el extraño Hombre con tantas narices como días quedan para acabar el año, saldrá de su casa bajo el árbol con su gran abrigo negro para ocultar las narices de su cuerpo.

Un año más. Un árbol cuajado de bolas, cuajado de palabras que no llegaron a escucharse y de  palabras que nunca debieron haberse escuchado. 


Bajo ese árbol vive el misterioso hombre de las narices perdiendo una a una cada día del año. Carne de su carne, abandonan su cuerpo para vivir su propia existencia, acabando en el interior de un pan de leña recién hecho o entre las piernas de un amante con el que jugar a devorare como si no hubiese un mañana.
Día a día, trozo a trozo, deseo a deseo, en un ciclo que termina cada Nochevieja a las 12 de la noche cuando la última nariz se desprende entre campanadas y risas y sale huyendo en busca de mundos imposibles. Después, el ciclo se repite y vuelven a surgir 365 narices 365 deseos incumplidos que irán desgranándose uno a uno, día tras día huyendo de esa realidad apestosa, de mentiras y mediocridades 

Un hombre viejo a paso lento cruza el río embutido en su enorme abrigo negro con las solapas levantadas para tapar tantas narices como días le quedan al año, el home dels nassos dicen los catalanes cargado con un saco de deseos incumplidos y de frustraciones que no llegarán a expresarse. Cansado, muy cansado y con una tristeza casi sólida en su mirada.

“Cuando yo cante mi canción, ¿me acompañarás con tu organillo?”.

Estad atentos mañana, nunca se sabe cuándo el Hombre de las narices puede pasar a nuestro lado. Afinad el olfato y mantened los ojos abiertos, ¡sólo pasa una vez al año!




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