Una de paella

Este fin de semana tocaba un tres en uno: Reencuentro con un viejo amigo (Cosco, tenemos que hacerlo más a menudo), escapada al delta y paella. Viejos recuerdos, sestear retumbados en la playa y bañarse sin cumplir con el tiempo reglamentario  que mandaban los cánones no escritos del baño saludable de las madres, sin otras pretensión que ver pasar el tiempo al ritmo lento de las olas, casi ausentes, de ese mar tranquilo y perezoso del delta.


- Papaco, ¿Por qué aquí el mar no es tan claro como en Grecia? (La amiga de mi peque le ha mandado unas fotos de vacaciones en un crucero por el Egeo con unas aguas cristalinas como de piscina clorada)
- Hija, Porque aquí cagamos más  y con peor mala leche.


Y es que este país, es un país colorido y sabrosote, como una paella con sus mejillones en peineta y sus rojos escamarlans. Pero un país con muy mala leche, como si el socarrat dejara de ser lo mejor de la paella para decirte a la cara

- ¡Macho!, tú dirás lo que quieras pero esto se te  ha requemao.

Y así, entre el bigote de un Dalí momificado parado en las 10:10 y la guardia civil entrando en el Govern de Catalunya, como si de la sede del  hampa se tratase, circula el rumor de que la santa compaña ha abandonado los húmedos bosques gallegos (debe ser por el cambio climático y tanto incendio forestal provocado) y se pasea tan campante, llamando de puerta en puerta entre los imputados del PP. 

 
Dicen que a la cabeza va ANGEL BLANCO (en mayúsculas) rodeado de lucecitas de colores, como el anuncio de Freixenet en Navidad, al contrario del resto de víctimas (en minúsculas) sin nombre, sin ideología y sin una mísera palmatoria que las alumbre y detrás toda una corte de penitentes venidos a menos  tras su momento de gloria, discretamente, en un segundo plano.


A cada uno la santa compaña le reserva una muerte acorde a su personalidad: a Rita Barbera una cirrosis multiorgásmica, que ella era muy festivalera (el caloret), a Alvaro Lapuerta un resbalón tonto que lo dejó en coma permanente, y ahora a Blesa, al que ,entre  otras, se le acusa(ba) de haber ideado esa especie de acciones de monopoly, llamadas preferentes, que nadie entendía y que llevó a la ruina a más de un jubilado incauto y confiado (alguno incluso a la muerte voluntaria como algunos periódicos la calificaron en su momento. ¡Hay que   joderse!, la santa compaña le ha reservado, decía, una muerte como de trapecista circense, abriéndose el pecho de parte a parte, con un tiro certero, en una postura imposible de kamasutra suicida.

Atardece… ya es hora de volver. El sol desaparece tras los arrozales de un verde intenso, dejando tras de sí  ese cielo azul del Mediterráneo rasgado de jirones rojizos y de cuando en cuando una bandera ondeante negra, como de pirata, entre los campos, arma inútil para espantar garzas y flamencos y, también me temo, inútil para disipar los malos presagios de este país que se desangra, desde siempre, en enfrentamientos inútiles.

En la rotonda nos espera un control de la guardia civil. Nos mira y muy serio pregunta

- ¿Y ustedes?, ¿De quién son? ¿De los buenos o de los malos?

¡País!

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