Los jinetes del viento.

Vivían junto al Ebro. Eran pequeños en tamaño pero grandes guerreros, fieros y leales. Buenos jinetes, con apenas otro escudo que su cuerpo, cabalgaban a pelo por estepas, bosques y tomillares, sin más compañía que el viento. Así eran los nativos sedetanos, hijos del Ebro y del cierzo. Los jinetes del viento, a los que su caballo trasladaba al más allá, una vez muertos. Mientras tú sueñas quizás que cabalgas veloz, a lomos de tu caballito de madera con tu espada y tu casco de mentira, luchando contra gigantes de un solo ojo y dragones de escamas doradas, yo solo quiero velar tu respiración tranquila y ser el vigía del territorio sagrado de tus sueños, sin perturbarlo ni atreverme a profanarlo. Y contemplar tu rostro porque solo él me da ahora sosiego, más allá del transcurrir insano de los días. Quisiera decirte tan solo que lo siento por este mundo maltrecho que te dejo. De mi caballito de madera ya hace tiempo que perdí las riendas y...