La Balsa del Ojo del cura: ejemplo y reflexión.


La Balsa del Ojo del Cura, la del Ojo del Fraile y la de Larralde  en Garrapinillos, muy cerca de Zaragoza, son los últimos humedales que han sobrevivido del complejo lagunar disperso, de más de 80 balsas, entre las huertas de la margen derecha del Ebro, que podían contarse hasta mediados del siglo XX, cuando la zona era famosa por sus aguas subterráneas que formaban simas y afloraban en muchos lugares, creando balsas naturales a las que por aquí les dan el nombre de “ojos”  y de las que apenas quedan algunas fotos aéreas.



Poco a poco, la  creciente urbanización de los pueblos del cinturón de Zaragoza y la creación de nuevas tierras para cultivo hicieron que la mayoría de las balsas, consideradas improductivas y lugares infestos entonces, fueran sepultadas bajo toneladas de tierra en urbanizaciones, polígonos industriales y vías de comunicación o, simplemente, convertidas en vertederos.



Por tratarse de dolinas kársticas en yesos ya son de gran interés. Pero es que también son puntos de agua en una zona árida como el Valle del Ebro, con lo que revisten un alto valor natural y paisajístico donde se concentra gran variedad de flora y fauna, al estar sus orillas rodeadas de carrizal y anea que ofrecen refugio y un buen lugar de cría y constituyen, además, lugares estratégicos de paso en las rutas migratorias de las aves.



La balsa del Ojo del Cura, no hace mucho, fue más grande de lo que es hoy, quedando en parte sepultada bajo el campo de fútbol de Casetas, además de usar sus alrededores como gravera y lugar de acumulación de escombros y basuras durante años.


Ya hace bastantes años que el Ayuntamiento de Zaragoza, la Alcaldía de Casetas, la Asociación de Vecinos de Casetas, ANSAR y otros grupos han trabajado en la recuperación de este espacio natural logrando muchas mejoras desde entonces. Además de las obras de limpieza y restauración del Ayuntamiento de Zaragoza, se ha construido un nuevo observatorio, un espacio recreativo, se ha ampliado la zona arbolada y se han mejorado los accesos peatonales favoreciendo la conexión con el casco urbano para popularizar las visitas a la balsa.


Las cigüeñuelas, habituales en la balsa todos los años, simpáticas y confiadas, fueron nombradas ave insignia del proyecto de restauración.


Al estar este espacio situado prácticamente en un ambiente urbano, apenas a cien metros del campo de fútbol, además de ser utilizado mucho tiempo como vertedero, hacía de la balsa un lugar ignorado por muchos vecinos que no entendían que valor podía tener y el por qué otros, pocos, vecinos se empeñaban en limpiar, desescombrar y reforestar el lugar.  Por ese motivo, se propuso dotar al lugar de algo que atrajera no solo por su valor medioambiental y se intentó compatibilizar la conservación ecológica de la balsa, con la creación de un parque urbano integrado en el entorno natural.



Lo más duro a día de hoy, sigue siendo lidiar con los gamberros que encuentran divertido estropear columpios, arrancar papeleras, partir árboles, ensuciar  carteles informativos, pegarle fuego al techo del observatorio que inicialmente era de brezo y dejar botellas, bolsas y basura tirada por todos los lados, demostrando, una vez más, lo mucho que aún queda por hacer en lo que se refiere a educación ambiental y en concienciar de que estos pequeños espacios, que  seguramente nunca saldrán en el National Geographic, son nuestros, son patrimonio natural y parte de la memoria colectiva de nuestros pueblos y ciudades, que tenemos la obligación de cuidar y conservar para el futuro independientemente (y por encima) de las siglas y el color del ayuntamiento de turno.

La información acerca de la formación de las balsas y el proceso de recuperación en el Ojo del cura está extraída de dos entradas del Blog Zaragoza Salvaje de José Miguel Pintor.

Las últimas balsas.Parajes naturales en peligro de extinción
Obras en el ojo del cura

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