Cara A, Cara B. Festival Asalto 2018. Barrio Oliver (Zaragoza)


El Barrio Oliver es un barrio al Oeste de Zaragoza, de esos en los que uno no suele perderse.

Leo por ahí que se conocía en tiempos como el barrio del Mosén por el cura Manuel Oliver, de Cantavieja, quien consiguió y parceló unos terrenos para venderlos a precios asequibles a los primeros vecinos venidos en busca de una oportunidad que el mundo rural ya no les podía ofrecer. Después la vía del ferrocarril Zaragoza-Valencia dividió el barrio en: «los de arriba» y «los de abajo». Hoy esa cicatriz  ha dado paso al corredor Verde Oliver-Valdefierro. un poco dejado de la mano de Dios. A finales de los 80  el fracaso del poblado gitano «Quinta Julieta», hizo que sus habitantes se desparramaran por  la ciudad. y unas cuarenta familias acabasen  en las viviendas  de la Camisera, en el barrio Oliver y hoy es uno de los barrios con más población emigrante de Zaragoza.

Este año, la XIII edición del Festival Internacional de Arte Urbano de Zaragoza (ASALTO), pone color a los muros del barrio continuando su  proyecto de revitalización urbana, (¡trece años ya!) y en la que participan artistas españoles e internacionales.

Nos acercamos cámara en mano con la linea 21 y llegamos justo en el momento en que comienza una visita guiada que recorre los muros intervenidos del festival. Algún viandante nos mira entre divertidos y sorprendido ante las casi 30 o 40 personas que andamos como turistas japoneses en un barrio donde pocas veces suelen verse más forasteros que la policía municipal.

Una Princesa morena acompañada de cuatro churumbeles me grita 
 - ¡ espera a que pase! 
 y yo le digo 
 - perdona no quería molestarte
 - ¡no, no! si te decía que esperases a que pasase para sacarme a mi la foto.

Un niño  pedalea por la acera  junto a su padre
 - ¡Papa papa! este mural  ¿ha salido en la tele?

Hay una mujer que ha venido en un bici-taxi como si estuviese en Ho Chi Minh. Una vieja mira desde la ventana, otros ni nos miran.

El Barrio no es uniforme. Hay un barrio dentro del barrio, como la cara B de un disco (de los de antes), y aunque el festival ha traído color y visibilidad (y algo de gente rara) a un barrio  famoso por su activismo vecinal revindicando mejoras y servicios, en la cara B de los muros pintados ahora de alegres colores persiste el color de los problemas enquistados de siempre.

Nosotros recogemos máquinas y volvemos paseando por la antigua vía hacia la ciudad, la otra ciudad, dejando atrás  los coloridos murales junto al vendedor de droga, la fragoneta del chatarrero, o el muchacho que hurga por las basuras, mientras alguna vieja espera en el crizal de su puerta, como sacada de una postal antigua, un no se qué, que posiblemente hoy tampoco ocurra.


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