Un fantasma en Acín


Acín de Garcipollera es un pueblo muerto en un valle muerto. Doblemente muerto, abandonado y dejado a su destino como otros muchos pueblos que perdieron el alma primero por un pantano y luego convertidos en ruinas a golpe de dejadez.

Pasear por lo que queda de sus calles entre escombros y maleza es como penetrar en uno de esos relatos de Bécquer plagados de ruinas e invita a inventar historias y fantasmas que pueblen el decorado vacío.

Hay un no sé qué en la contemplación de un pueblo en ruinas que me recuerda la esperpéntica mueca de esos restos humanos momificados que parecen reírse de todo, hasta de su propio destino.


Como todos los pueblos del Valle de la Garcipollera, Acín tiene una historia triste, los pocos vecinos que  habían quedado tras la migración de muchos de ellos en busca de una vida mejor en Francia, Jaca, Zaragoza o Barcelona lo abandonan al ser expropiados de sus  propiedades  en los años 60 con motivo de las obras del embalse de Yesa, a pesar de encontrarse a más de 40 kilómetros del mismo, con la idea de replantar pinos que evitaran el arrastre de sedimentos por la erosión y la colmatación del embalse recién construido, condenando a muchos pueblos al abandono y a sus gentes al desarraigo.



Como un fantasma, camina Pacita de casa Chuan, viuda joven por un accidente de caza. Cargada de tristeza, decepcionada y rota, sin volver la mirada hacia el lugar donde ha pasado toda su vida. No es fácil ser viuda en un pueblo pequeño como Acín con el peso a sus espaldas de su soledad y de un suegro, un buen hombre, medio sordo e inválido. Ha esperado hasta el final, por lealtad, cuando ya no quedaba nadie y con la tierra de la tumba de su suegro aún fresca para marcharse casi de noche.


El pueblo queda a mano izquierda de la pista que se adentra en el valle hasta la ermita de Iguacel, y, desde el camino, se ve la torre del campanario de la iglesia románica de San Juan Bautista, en ruinas. Irrecuperable. Del resto del pueblo, queda poco, nada en realidad. Apenas intuido el dibujo de la planta de unas  casas y los muros devorados por la vegetación, el goteo de la migración, el abandono del valle a principios de los sesenta y, más tarde, los bombardeos y tiroteos durante las prácticas militares. 


Jesus, el gitano, tratante de origen incierto, con mil caminos recorridos a su espalda, vio el brillo del deseo reprimido en los ojos de Pacita desde el primer momento: primero fue un cruce de miradas, después algunas palabras y por ultimo las visitas a hurtadillas, los golpecitos en la ventana y el sexo rápido e intenso en el establo de la parte baja de la casa mientras el suegro hacia que dormitaba en el piso de arriba, comprensivo. El tiempo había traído el cariño y la promesa de que no la abandonaría pero también el miedo al compromiso y de nuevo, como cada vez que aparecía, unas ganas irresistibles de volar lejos, muy lejos.


No parece que Acín vuelva a recuperar su alma perdida y, desgraciadamente, todo fue en vano, Al final la naturaleza ha colmatado Yesa haciendo necesario  el recrecimiento que supondrá la desaparición de otros pueblos, anegar parte del Camino de Santiago y monumentos románicos en la zona y añadirá otras 400 personas a las 2000 que tuvieron que abandonar, de manera forzosa, sus tierras desde el año 1959, a pesar de que las obras ya han puesto en peligro la cimentación de la presa y han originado grietas que ponen en peligro las poblaciones aguas abajo del embalse.


Embarazada, imposible ocultarlo ya, había inventado la estúpida historia de que el hijo era del marido muerto que se le aparecía las noches de luna llena y aunque nadie la creyó y la trataron de loca y puta a partes iguales, al menos había evitado las preguntas directas, aunque no los cuchicheos en voz baja de los corrillos en los portalones de las casas. Pero ahora con las cuatro perras de la expropiación una esperanza de una vida nueva se había abierto para ella Jesús y su hijo, aun en el vientre, que no podía dejar escapar.


Al final del camino, se encuentra la ermita de Iguazel que este verano no se podrá visitar porque La Asociación Sancho Ramírez, encargada de organizar la visitas con socios voluntarios desde hace 24 años, no ha obtenido la autorización del Obispado de Jaca hasta que no se resuelva el contencioso administrativo del mismo con la Diputación General de Aragón sobre su propiedad.

El Gobierno de Aragón sostiene que es el titular de la finca, tal como figura en el catastro y  el registro de la propiedad, además de ser quien paga los impuestos del inmueble e incluso ha anunciado obras de restauración este verano, para paliar los problemas de humedad aunque, a día de hoy, las obras no han comenzado.

Iguacel = el sol que ilumina, que da felicidad
Pero Jesús, no viene. No vendrá. Tampoco el dinero que le había confiado y su decisión esta tomada, llora en silencio, despacio, como un río que se desborda, como un corazón que se ahoga, camino de la ermita donde cruzo su mirada con él por primera vez junto aquel enorme chopo en la explanada el día de la romería, el segundo domingo de Julio.
No hay vuelta atrás. No quiere mirar atrás, no vaya a ser que termine convirtiéndose en estatua de sal.

Amanece, con la ermita de Iguazel al fondo y las últimas orquídeas silvestres de la temporada desplegando su belleza. El viento mece suavemente el cuerpo de Pacita colgado de la rama del enorme y viejo chopo con aquella cuerda con la que había atado sus pertenencias y sus recuerdos y que ahora  le mantienen unida a ese lugar mágico para siempre, compartiendo un mismo olvido y un mismo destino.




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