Balada triste de la reina triste

La tierra exhibe sus tonos rojizos recortándose sobre un cielo azul con blancas casas apiñadas al sol, olivos que se retuercen en lontananza y el campo con olor a romero y espliego. Estamos en tierras de Agüero.
 Domingo Buesa 

Agüero

Fue  el 6 de Junio de 1095 a la muerte de la primera esposa de Pedro I, con dos hijos menores de edad tocados por la muerte desde su nacimiento, en un tiempo donde se creía que los reyes eran elegidos por Dios y el poder real debía de pasar de padres a hijos o a hermanos  cuando el problema sucesorio en Aragón se volvió, como poco, inquietante.

La mujer elegida como madre de reyes fue Berta. Una joven muchacha, seguramente de origen italiano a la que podemos imaginar cruzando el Mediterráneo, quizás en su primer viaje por mar, dejando atrás casa y familia, para cumplir el destino para el que había sido preparada desde su nacimiento. Casi una niña, acompañada de su Aya, llena de temores  y de ilusiones sin conocer el idioma, ni las costumbres, ni al hombre al que se entregaría incondicionalmente, porque así lo había imaginado desde siempre que sería, y así lo habían forjado en su mente noche tras noche, fuerte para ser su señor y tierno para el amor

Poco se sabe de ella antes de su boda con Pedro I el 16 de  Agosto de 1097 en la catedral de Huesca. Como reina, se le otorgó como dote unas tierras en la  Galliguera oscense no como reino sino para que las gobernase, siempre de mano del rey, organizadas como estado, con un centro fortificado y terrenos circundantes gobernados por un  señor encargado también de administrar justicia y cobrar los tributos a los habitantes por el cultivo de las tierras.

Mirador - Riglos

De su nuevo hogar, fue el paisaje imponente de su dote lo que más le gustó. Aquellos gigantes de tierra rojiza que nunca antes había visto. Como dispuestos a echar a andar en cualquier momento, le daban la fuerza y la serenidad que le faltaban, y le habían acompañado desde ese primer día en que el rey le había llevado para que contemplase las hermosas tierras que le había otorgado en posesión.

Para 1104, habían muerto los hijos del primer matrimonio y poco después el propio rey Pedro.  Apenas 7 años de matrimonio con continuas ausencias por interminables batallas. Primero contra los almorávides en Valencia. Más tarde Barbastro, Sariñena, el intento de tomar Zaragoza, el sitio de Tamatarite y al final, tenía que llegar, la muerte que le sorprendió en el valle de Aran.

Habían sido apenas 7 años de matrimonio, con unos pocos encuentros, pero vividos intensamente, casi con violencia, con esa intensidad que se vive cuando se sabe que la muerte te puede sorprender mañana. En los que ella bailaba para él. Solo para él. 7 años languideciendo como una flor que florece temprana, esperando, siempre esperando, con esa angustia agarrada en el estómago y esa soledad inmensa  respirada día tras día.

Ermita de Santiago. Agüero

A falta de primogénito varón, la sucesión según las leyes en Aragón, pasó al hermanastro de Pedro, Alfonso (el batallador), aunque Berta siguió viviendo a pie de la sierra de Marcuello, durante al menos un año, plazo imprescindible según norma general de derecho común, para que la reina pudiera alumbrar un posible hijo del rey difunto. No hubo niño y Berta no pudo seguir como regente. A pesar de todo mientras su cuñado lo consintió, hay documentos en los que Berta sigue firmando con el título de reina “Bajo la gracia de mi señor el rey don Pedro, ya muerto y con el amor del dicho cuñado mio”. Un reinado corto y atípico de un reino dentro de otro reino y gobernado por una mujer.

Ermita de Santiago. Agüero

Berta se retiró a su reino de los mallos, como su reina-viuda donde siguió supervisando la edificación del majestuoso templo, que quería consagrar en memoria de Pedro al que conmemora en un capitel del altar mayor.


y en una de las columnas más próxima al vano de la portada hay una inscripción en dos líneas que la penumbra y la propia hoja de la puerta abierta hacen que pase desapercibida: AMOR VINCIT OMNIA (el amor todo lo puede).


El templo nunca llego a terminarse  tal como había sido concebido sino de una forma burda y precipitada, tal vez por falta de apoyo o por la propia desaparición de Berta. 


A partir de ahí nada más. No se sabe cuándo ni donde murió. Alfonso terminó recuperando los territorios de la dote de Berta para el reino de Aragón y la última constancia que se tiene de ella es una canción popular  que habla de una reina triste.

Reina sin reino, entre las brumas que separan la realidad y la leyenda, desapareció para siempre de la historia bajo la silenciosa e imponente sombra de los mallos. Fracasada y sola sintiéndose atrapada como en el capitel de la ermita. 

Ermita de Santiago. Agüero

Berta opto por la única salida posible lanzándose una tarde de Primavera al vacío desde aquellos mallos que tanto amó, montada sobre un  caballo blanco sintiéndose libre por primera vez en su vida.

Entro en Agüero, pero mi final de la historia no es sino una burda caricatura de la historia de Berta y en lugar de un vuelo hacia la libertad en plan Thelma y Louise, termino con la marcha atrás puesta y el coche en una zanja perseguido a gorrazos por mi mujer y mi hija a lo largo de la cuneta de la carretera bajo la mirada de reproche de mi perra Nala. Eso si, mi coche también es blanco. 



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