Sic nutriuntur fortes (Así se sustentan los fuertes)



Pasar un día con amigos en un lugar especial, siempre es un buen plan. Cuando los amigos son supervivientes de mil batallas compartidas y con los que basta una mirada para decirlo todo y el lugar elegido resulta lleno de encanto el plan es casi perfecto si no fuese porque también sirve para constatar que inevitablemente el tiempo pasa, que nos volvemos cascarrabias, cegatos y sordos pero si hasta esto se lleva con humor, entonces termina siendo un día redondo.

La idea era visitar la catedral de Tarazona, vuelta por la ciudad, comer en el molino de Berola, visita al monasterio de Veruela y a casa. El día salió con una niebla espesa y húmeda que le dio un toque muy becqueriano aunque la verdad es que un poquito de sol no nos hubiese venido nada mal.

La visita a la catedral a cargo de la fundación Tarazona monumental dirigida por una tal Pili enfundada en unas botas de cuero negro hasta encima de las rodillas y chaquetón de cuadros para combatir el frío, armada con pinganillo, un capazo lleno de botes de esencias y hierbas, trozos de alabastro, linterna, un i-pad y mucho, mucho carácter y entusiasmo hicieron de la visita como ella mismo dijo todo una experiencia sensorial.

“Esto no es una visita guiada, esto es una experiencia porque ahora todo son experiencias. Si hoy vas de tapeo no vas a un bar a tomar algo ahora vas a tener una experiencia gastronómica...”


Podía hablar aquí de la historia de la catedral, sus avatares y sus remodelaciones según el gusto de la época, su hermoso retablo gótico pero mejor vais a verla que merece la pena.

Me quedo con dos pinturas medievales del s.XIV en la girola de la catedral que aparecieron en la restauración ocultas bajo una capa de yeso desde mediados del siglo XV, cuando se adoptaron otras iconografías para representar el mismo, eterno y universal mensaje de la lucha entre el bien y el mal.

Ambas imágenes están relacionadas con la amenaza del pecado y de la muerte, y la fortaleza para enfrentarse a ellos. 


A la derecha, una avestruz de robustas y largas patas con sus pies hendidos, plumas en las alas y resto del cuerpo pelado, sujetando en su corto pico lo que me pareció un gusano y resulto ser una herradura y a la izquierda una mantícora con torso de hombre tocando una gran trompa, revestida de una túnica roja de mangas colgantes y alargada capucha a la moda en la época y un cuerpo de león con potentes garras y una larga cola con mortíferos aguijones como de escorpión que disparaba como flechas.


El avestruz era descrito en la antigüedad como más alto que un hombre a caballo, a la que Le fueron dadas plumas, para ayudarlos a correr, porque no son aves voladoras, y tienen las uñas semejantes a las del ciervo, con las cuales pelean y pueden coger las piedras que arrojan cuando huyen a los que les persiguen. Pero la característica que mejor representa la intención del avestruz de Tarazona con su herradura en el pico es que son capaces de cocer todo cuanto tragan en su estómago, hasta el hierro al rojo vivo y carbón ardiente y que todo le sienta bien a su estómago ya que son de naturaleza muy fría.

Sic nutriuntur fortes
(Así se sustentan los fuertes)

"Que así como por tener esta ave tanta calor en el estómago, y tanta vehemencia de espíritus, digiere el hierro y las piedras, de la misma manera los valerosos deben sustentarse, y sacar provecho de los trabajos, y adversidades, por muy duros y recios que sean”

Se trata de representar la fortaleza y la frialdad con la que se debe afrontar las adversidades y las tentaciones, representadas en la catedral en el dulce son que emitía con su trompa la mantícora, un sonido bello y armonioso que lo hace parecer un ángel de luz y deleita a quien la oye, y engaña su alma haciendo disfrutar tanto que le conduce la condenación y la muerte.

Se dice que la mantícora merodeaba por bosques oscuros y cuando detectaba la presencia de algún hombre comenzaba a revelarle secretos profundos y los hombres sedientos de conocimiento se acercaban cada vez más hasta que las mantícoras disparaban sus aguijones venenosos provocando la parálisis y posterior muerte de su presa, a la que devoraban sin dejar rastro mientras seguía susurrando agradables melodías.

Yo no soy un hombre valeroso, ni fuerte y en cuanto a mi estómago, ya no me aguanta ni a base de omeoprazol como para tragar hierro al rojo vivo. Aun así, a todos nos toca hacer de avestruz y aprender a tragarlo a pesar de las indigestiones aunque a veces también den ganas de buscar a la mantícora entregado completamente a la tentación y al peligroso conocimiento y sus secretos en profundos bosques y sentir sus tres filas de dientes desgarrar mi carne pecadora . Después de todo, hace ya tiempo que deje mi alma olvidada y hecha jirones por el camino y está dentro de la naturaleza humana sucumbir a sus dulces melodías.

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