Cuento de Navidad con final feliz

Se requiere promotor/animador para disfrazarse de papa Noel. Deseable que el perfil se ajuste lo más posible a la figura de Papa Noel. En cuanto a la acción: el promotor tendrá que estar en la puerta del comercio recibiendo a los clientes y centrándose en interactuar con los niños, encargándose de recoger sus cartas de regalos. fecha y horario….

Nunca hubiese imaginado apenas hace dos años, embutido en su traje de comercial agresivo y con su cuerpo gym,  que terminaría acudiendo a una oferta así. Pero todo se había precipitado en dos años: su empresa le había dicho que prescindía de él con una palmadita en la espalda y una carta de agradecimiento. Todo un detalle. Lo demás fueron como fichas de dominó cayendo una tras de otra. Su mujer le había dicho que no podía más y que tenía que dejar su casa. Su suegro que siempre lo había tomado por un inútil tuvo por fin la evidencia de que estaba en lo cierto, sus hijos lo veían como un fracasado y su amante harto de aguantar tanto lagrimeo lo había mandado a tomar viento fresco. A tomar por culo, vamos.

Había engordado bastante en este tiempo a base de mal comer y mucho beber, así que ahí estaba él dando el peso de un papa Noel, vestido de un rojo (no precisamente pasión) con una ridícula campanilla en una mano y una barba sintética que le provocaba urticaria.

Odiaba a los niños y particularmente en navidad. En realidad odiaba al mundo en general y se odiaba a si mismo por no haberlo mandado todo a la mierda mucho antes. Haber retorcido la mano de su jefe cuando se la tendió para despedirse. Haberle hecho tragar a su mujer el anillo que le iba a regalar el mismo día que literalmente le echó de casa y de no haber aparcado a su suegro en una residencia a más de 200 km de distancia hace mucho tiempo cuando se dio cuenta de que la convivencia era imposible.

Ahora era tarde para todo o para casi todo, sin cartas que jugar y a sus 52 años con pocas posibilidades de mejorar su situación.

Por eso cuando vio aparecer a su ex-jefe acompañado de su mujer florero y sus dos niños repollo pensó que tal vez el espíritu de la navidad existía y que el cielo le brindaba este regalo como compensación a tantos sinsabores.

Los niños se acercaron corriendo y él no se lo pensó dos veces. Rebuscó en sus bolsillos unos de esos caramelos extra-picantes que utilizaba para calmar la tos mañanera de la sobredosis de nicotina. Los críos comenzaron a ponerse rojos como su disfraz y abriendo los ojos como platos comenzaron a berrear y babear como perros rabiosos. Los padres se dirigieron hacia él pero esté como en una peli mala de Bruce lee, lanzó la campanilla contra las enormes bolas que adornaban la calle y a cámara lenta las vio caer despacio suavemente en una sincronización casi perfecta sobre las cabezas de la pareja que terminaron en el suelo con la nariz ensangrentada. 

Caída de las luces de Navidad en la calle Alfonso-Aránzazu Navarro-Heraldo de Aragón.
Sabía que aquello le costaría el puesto e incluso una denuncia pero también que aquella noche dormiría tranquilo y a pierna suelta como no lo había hecho en meses. No sin antes tomarse un Jim Beam con un montón de cubitos gordos y chispeantes mientras escuchaba Just like heaven porque al fin y al cabo la vida tiene momentos maravillosos.

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