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Mostrando entradas de septiembre, 2024

One sad history at the bloody moon

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  Hay días grises que uno preferiría olvidar. Días en que la realidad se tiñe de apatía y en los que hagamos lo que hagamos, nada puede hacer que te sientas plenamente satisfecho. Días en los que, como decía Leo en la flor de mi secreto , menos beber, todo me resulta difícil. Y bebes para olvidar; bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para hacer que algo pase. Días en los que terminas acudiendo al altar de tus recuerdos, aunque la memoria es traicionera y el tiempo difumina, cuando no borra los malos y endulza hasta el empalago los buenos, nublándote la cabeza   y entonces llega la nostalgia por una inocencia perdida que ya no se puede recuperar. Ya no hay risas, ni infancia, ya no hay abrazos, ni besos. Solo el silencio y un profundo sentimiento de soledad. Y perdido, sin rumbo como vaca sin cencerro, tienes que ir apañándotelas sólo porque la vida pasa, y la vida te jode y las personas que te rodean te molestan y te joden más. Persigues algo irreal, una ficción mimada y co

Mykonos y Santorini. Sombras y luces

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En las mismas Islas donde Hércules acabó con los Gigantes; en la batalla que mantuvieron con los Dioses y en la que terminaron sepultados bajo inmensos bloques de granito, desde donde aún exhalan sus últimos estertores a través de simas y volcanes, h oy, esos mismos Dioses, victoriosos entonces, nos reciben como no podía ser menos en un país que estuvo a punto de hacer estallar el euro por los aires; que fue declarado un estado fallido y obligado a solicitar un rescate financiero, nos reciben ahora, decía, disfrazados de simples mortales. Hermes, el dios mensajero de los viajeros, nos aparece transfigurado en taxista con un cuerpo de armario que coge nuestras maletas como si estuviesen vacías y cobra, sólo, en efectivo. El cíclope Polifemo, es ahora nuestro conserje tuerto, con un sombrero de paja y un gato, también tuerto, hablando un inglés casi tan malo como el mío y asistido por tres parcas que olvidaron la rueca del destino en algún desván y hoy limpian habitaciones y nos conducen

Un sesentón el día 23

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  “Donde fuiste feliz alguna vez no debieras volver jamás” canta Sabina. Pero uno siempre termina volviendo y comprobando el desastre entrañable que el tiempo ha hecho con sus recuerdos entre los que te mueves, un poco perdido al encontrarlos habitados ahora, por tus fantasmas y por intrusos para los que tú eres realmente el verdadero desconocido. Y a pesar de todo, vuelves al lugar donde fuiste feliz, o más o menos, que de todo hubo, y no todo bueno. Y llegas con la candidez de quien cree que puede convertirse en un viajero del tiempo y volver atrás y asistir un año más a esa catarsis en que todo y nada ha cambiado.  En casa, las nubes blancas pasan por el gran ventanal, anunciando la fiesta, reflejándose en el blanco impoluto de la ropa ordenada sobre las sillas, que alguien ya preparó ayer, como siempre, en torno a una mesa llena de fotos y recuerdos; mientras, en la plaza del pueblo se va congregando una multitud en un caos sólo aparente, pero en riguroso orden. En la periferia de