Pues sí, amigos, en Marcilla también hubo una bruja, o al menos eso me conto mi madre, que tampoco es que fuese mucho de fiar en lo que se refiere a contar historias. A mí me engañaba una sí y otra también. Como cuando a punto de parir la Rabalera, nuestra yegua percherón para los trabajos en el campo, le pregunté: - Mama, ¿Por dónde nace el potro? Y ella, por no entrar en materia, considerando que aún no era el momento, que por entonces, había una edad para todo, desde llevar pantalones largos a conocer ciertos entresijos anatómicos, me contestó: - Por la oreja. Y allí que me dejó en silencio y con un tole tole de cómo coño podía un potro abrirse camino desde la tripa a la oreja y por cual de ellas saldría ¿la derecha o la izquierda?. El caso es que, en una de esas tardes, entre la cena y antes de irme a dormir enterrado bajo una docena de mantas y con una bolsa de agua caliente en los pies (la calefacción era una entelequia en aquellos tiempos, como los móviles o la ...
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