Yo maldigo

 


Ahmed  ha conseguido un permiso de residencia en Alemania después de una década desde que tuvo que abandonar Siria tras un bombardeo que le dejó a él y su familia con una maleta donde cabían todas sus pertenencias  y el recuerdo imborrable para siempre de los cadáveres destrozados de sus dos hermanos.   Tras su paso por un campo de refugiados en el Líbano, realizó una travesía por mar, para llegar a Grecia, junto a su padre, arriesgando sus vidas en una odisea digna de Ulises y allí emprendió su lucha con las administraciones y la burocracia  en una larga espera de años hasta conseguir su proceso de registro y una resolución favorable a su petición de asilo.  Otros muchos, no han corrido la misma suerte, como su vecina y amiga Fátima que sigue atrapada en un limbo de pobreza, en una precaria tienda de campaña y sin ningún futuro a la vista. Para otros amigos y familiares que decidieron no marcharse en un primer momento no ha  ido mucho mejor y se han encontrado con que con más de millón y medio de refugiados, el país de los bosques de cedros se ha visto  obligado a prohibir aceptar nuevos refugiados mientras Europa les cierra las puertas en su propia cara tanto a los que se quedaron como a los que marcharon.

Yure  tuvo que salir de Ucrania tras un bombardeo, dejando atrás su vida anterior, su casa destrozada, y el cuerpo irreconocible de su madre. Como casi un millón de ucranianos desde que comenzó la invasión rusa, ha tenido que huir  a Polonia, a través del puesto fronterizo de Sheyni,   en un automóvil conducido por un voluntario, aguardando tres días  durmiendo dentro del vehículo; y desde donde pudo ver otra fila de ciudadanos que no son ni ucranianos ni europeos, hacinados, durmiendo a la intemperie  bajo la nieve, encendiendo improvisadas hogueras para calentarse y que  aguardan para huir de un conflicto que no vieron venir.  Pasada la frontera empezará la epopeya de conseguir algún hogar en la UE para aguardar al final de la ofensiva rusa. Todos los países les han abierto las puertas. La población ha establecido planes de acogida abriéndoles las puertas de sus propias casas mientras la  Comisión Europea otorga un estatus de protección durante un año a quienes huyan de Ucrania, sin necesidad de una entrevista de asilo.

Las querras  dejan tras de sí un reguero de ruinas,  sangre y cadáveres con nombre, padres e hijos independientemente de las fronteras donde surjan y me gustaría poder entender este doble rasero, por no hablar de otros conflictos en Africa y otras partes del mundo enquistados y olvidados, ante cuyos refugiados adoptamos una postura de indiferencia cuando no de auténtico rechazo 

Tristes tiempos estos, donde es difícil dejar a un lado la guerra y el dolor de los pueblos condenados al desastre. Tiempos donde es difícil opinar y escuchar opiniones,  que a veces, chirrían en los oídos, torcidas e hipócritas, olvidándose de la vida y de la muerte de la gente y de su urgencia por  sobrevivir.

El sonido de la guerra llega esta vez, aun atenuado, hasta nosotros. No son alarmas antiaéreas. Son las bocinas de los camiones. Ayer eran las de los tractores en una marcha réplica de la marcha por la España vaciada, de la que escribí hace unos años y que terminaba con una pancarta apoyada en una papelera. La gente aplaude a su paso. Los mismos  que iremos al supermercado a comprar los productos más baratos sin importar su procedencia. Hemos creado un gigante de pies de barro donde una guerra en el otro lado de Europa hace tambalear todo el sistema y mientras tanto, unos y otros intentan sacar partido  echándose la culpa  cuando este monstruo lo parimos entre todos como un parto de siameses en que hay que sacrificar un bebé para que el otro sobreviva dejando a un lado a esos hombres y mujeres que viven pegados al mar y a la tierra y a los que cada vez les resulta más difícil salir adelante con su trabajo en pos de un efímero bienestar y del libre mercado

Maldito sea el negocio de la guerra. Malditos los que lo manejan y malditos sus discursos. Maldita sea la justicia hipócrita de doble rasero y Maldito el orden de un mundo en el que no creo ni comparto.


Comentarios

  1. Me gusta mucho Jose. Expresas muy bien lo que yo tambien pienso!!👏👏👏👍👍👍

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