El reencuentro

Me pasan unas fotos por wasap y los rostros de hace más de  treinta años surgen entre la niebla de mi memoria. Son como piezas de un puzzle donde me cuesta reconocerme  en el crío a medio hacer, y con pelo, que me mira, con un gesto, que ese sí, reconozco como mío. En voz baja voy diciendo mi nombre y los otros nombres como quien los escribe en el aire para conjurarlos, en el mismo deseo compartido de un  reencuentro deseado después de ya demasiado tiempo.

Con los nervios agazapados en el vientre y aparcando el miedo a los abrazos y los besos, me sorprende un ejército de  sonrisas al descubierto que vuelan libres,  como mariposas, plantándole cara al mal fario de estos momentos vividos, raros y extraños.

El tiempo vuela y ha ido pasando, cubriéndonos de nostalgias y arrancándonos mordiscos de esperanzas, pero ahí seguimos, con la alegría intacta, disfrutando de nuestros pequeños momentos, emocionándonos  sin que haya viento del sur o del norte que nos enfríe las ganas de vivir. 

Mientras desaparecen las cervezas y la comida, como si el hambre y la sed de vernos y tocarnos se hubiesen trasformado en un hambre y sed físicas e insaciables, vamos maldiciendo  entre dientes por los momentos perdidos, recuperando el recuerdo de las risas compartidas y rescatando nuestras locuras del olvido.

Hace mucho tiempo que renunciamos a ser perfectos, incluso a intentarlo. Nos basta con tenernos los unos a los otros con nuestra mochila de defectos, nuestras diferencias y ese respeto que nos ha hecho permanecer unidos desde hace ya tanto tiempo.

Sonamos terriblemente desafinados,  en el nuevo y flamante aparato de karaoke de Txus pero no nos importa y seguimos berreando: ella, incombustible, nosotros, unos a regañadientes otros con más entusiasmo que oficio.

De pronto un viento mágico sacude las nubes y el follaje, el cielo se enciende con un relámpago y el estruendo del trueno nos mete en un aguacero del que nos refugiamos entre risas. Tampoco nos importa. 

Seguimos bebiendo, cantando riendo,..... y al final, deja de llover. El cielo se viste de gala, las nubes están preciosas con una diadema de arcoíris y los tilos húmedos emborrachan el ambiente con su aroma. Me descalzo  y siento el cosquilleo fresco de la hierba bajo mis pies. Todo es perfecto en ese instante y lo guardo en mi cajita de supervivencia para uso en esos otros momentos battery low

Es bonito estar aquí sentados unos frente a otros, en el sin sentido de perder el sentido (esta vez no se llegó a tanto); viajando juntos de la mano al km 0 de nuestros sentimientos y retomando el viaje donde lo dejamos, con un pasado que ya no resta, caminando sin grises  y levantando la mirada para descubrir que la pieza que nos faltaba, por fin, la hemos recuperado. 


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