Negro presentimiento

Hace ahora dos años, un día de primavera de 2019, tras la manifestación en Madrid por la España vaciada, tras las canciones y los slogan y la alegría de una esperanza ilusionante,  escribía sobre el mal presentimiento de aquella pancarta solitaria y olvidada junto a una papelera en la boca del metro.

Hoy, ese presentimiento corre como una sombra sobre los muros de las casas cerradas y campos abandonados susurrando a las vías por donde ya no pasa ningún tren, que la noche larga del olvido está llegando.

Se cierran unos servicios o no acaban de llegar otros, se cierran oficinas bancarias,  se cierra el único bar del pueblo y seguimos sin proyectos, sin  ideas mientras ese territorio vaciado, que no vacío, que agoniza en silencio con los dientes apretados, vuelve a ser terreno abonado a la especulación y a las grandes oportunidades de los de siempre.

Los mismos señores, dueños de todo y a los que nunca les afecta nada, que disfrazados ahora con la máscara del desarrollo verde y sostenible, volverán a beneficiarse de las subvenciones, a cambio de proyectos que especulan con el agua, el aire y la tierra a cambio del beneficio de sólo unos pocos.

Proyectos que me recuerdan a otros que enterraron bajo el agua y el olvido a tantos pueblos y a marchar lejos a sus gentes con una vieja maleta donde meter su dolor junto al recuerdo de una vieja fotografía.

Proyectos como los 22 parques eólicos que ocuparán más de 500 hectáreas en la comarca del Maestrazgo y Gúdar-Javalambre (Teruel) y sembrarán el aire con el ruido sordo de sus aspas, rasgando para siempre un paisaje y un cielo que quizás sea su mayor tesoro.

Uno de los planos adjuntos al documento, que ubica los 22 parques eólicos proyectados

Proyectos como la quinta granja más grande del mundo proyectada en Noviescas (Soria)  con unas 23.500 vacas y un consumo diario de 2.500.000 de litros de agua que afectará a los acuíferos del Moncayo, y  exhalara su aliento tóxico de toneladas de metano, como el de un maléfico dragón,  toneladas de purines y materia orgánica al agua y a la tierra, e impedirán otros modelos de desarrollo, basado en explotaciones familiares y jóvenes ganaderos emprendedores que luchan cada día por rascar cada céntimo de sus productos.

Hoy,  el trabajo de grupos de quijotes cabalgando contra molinos de viento gigantes han puesto el foco en proyectos así y han conseguido concienciar a la opinión y sobre todo a los jóvenes en su contra ¡un aplauso para ellos!

Activistas retornan una tonelada de agua contaminada a la balsa impermeable de la macrogranja de Caparroso, Navarra.

Pero la historia se empeña en repetirse y, mientras los dueños del mundo hacen y deshacen a su antojo desde algún despacho de alguna capital española o europea, los pueblos permanecen olvidados sin que nadie les pregunte.

Tal vez, ha llegado el momento de dejar de mirarse el ombligo, de postureos y discusiones sobre el sexo de los ángeles y  plantearse el proyecto de desarrollo y el futuro al que queremos llegar. Tal vez no baste con que estos y otros  proyectos cumplan con las leyes (que también), sino que tal vez sea el momento de empezar a pensar en cambiarlas.

Y de paso, preguntarnos, a nosotros mismos, si estamos dispuestos a dedicar un minuto al mínimo gesto de mirar el origen de lo que compramos y pagar un poco más  para respaldar el trabajo de nuestros agricultores y ganaderos.

Puede que haya llegado el momento de dar voz a las personas que aman y aún habitan sus pueblos para que  sean los dueños de su propio destino y se les pregunte, al menos, que es lo que quieren para su territorio y sus gentes. Porque, de otra manera, cuando ya sólo queden molinos de viento removiendo el viento fétido, ríos por los que sólo vayan aguas negras y tierras saturadas de purines que ya no den fruto, no quedará nadie en esos pueblos para llorar el cadáver de la tierra muerta.