El eclipse que no llega

Como me jode encontrarme hoy  internet llena de fotos estupendísimas del Eclipse.

Yo ayer, desde la azotea de mi casa, estuve una hora disparando una foto cada 10 minutos entre las 9:45 y las 23.00 y la luna que lucía sobre la Almozara blanca y gorda, eso sí, parecía reírse de mí mientras ascendía lentamente por el cielo nocturno de la ciudad.

Se suponía que debería haberla visto teñirse poco a poco de un bonito tono rojizo, o al menos anaranjado-frenadol, antes de recuperar la color, pero mi luna blanca y pálida no cambió de color anoche.


Y, mientras desde la azotea de mi casa espero la foto perfecta que no llega, unos mil migrantes se lanzan en una carrera desesperada para intentar cruzar el paso fronterizo del Tarajal en Ceuta, ante una policía que intenta frenarlos a patadas y porrazos, entre  la sorpresa y el miedo a la avalancha  humana que se les viene  encima, desbordados por una situación  que, ya desde hace tiempo, les viene grande.

La mayoría quedó atrapada entre las dos fronteras, en tierra de nadie, y apenas unos cientos logran pasar. Seguramente hay alguien también en alguna azotea mirando la luna (aquella sí, Roja de vergüenza) mientras seres oscuros, se dispersan por las calles en una desbandada desesperada de animales asustados, perseguidos por las sirenas de los furgones,  hasta ser acorralados, como perros callejeros en la explanada del Chorrillo, atrapados y al final conducidos al CETI de la ciudad. Al final, apenas un puñado llegarán a la península y serán los elegidos. Victimas del eclipse. Ellos, con más suerte, malviviendo de manteros confundidos en la noche de cualquier ciudad o en barracones como mano de obra barata de algún invernadero almeriense . Ellas, menos afortunadas, drogadas hasta las cejas, abiertas en canal en cualquier  puticlub de carretera, oferta semanal  de carne nigeriana y todos ellos, como en un gran sacrificio Maya, perdiendo  el corazón sin remedio y con sus sueños hechos añicos. 


Mi hija me manda una foto de la hamburguesa que acaba de prepararme y decido que ya he tenido bastante dosis de frustración por hoy.


Un último intento antes de recoger los bártulos y dirijo mi objetivo hacia la tormenta eléctrica que ilumina el cielo más allá de los terrenos de la expo. Nada. Todo negro. A tomar por culo. Habrá que esperar al siguiente eclipse.

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