Un mal día
Mas borracho que de costumbre, el encargado del centro comercial, camina dando tumbos hacia megafonía, para anunciar con voz gangosa ofertas imposibles. Tras un momento de duda, los clientes se lanzan de uno a otro stand según los va nombrando el encargado en una vorágine incontrolable dejando tras de sí un reguero blanco de piernas y brazos de maniquís semidesnudos como víctimas de una hecatombe nuclear entre botes de mermelada de fresa y bolsas de congelado esparcidas por el suelo. Mientras, desde el ventanal de la oficina central, su superior, rojo de ira, con los ojos saliendo de sus órbitas y con la yugular a punto de convertirse en fuente de la mora en Cariñena en plena fiesta de la vendimia, entre “mecagüen Dios” e insultos varios, da órdenes a seguridad para que saquen al estúpido de Martinez del puesto de megafonía. Ni siquiera se resiste. Después, la bronca, el finiquito y la calle fría de esta ciudad adormecida por el cierzo que por cortar, corta hasta los sent...