La muerte como derecho

Nos empeñamos en estirar la vida convirtiéndola en un muelle que pierde su elasticidad, como buscando un guinness al más longevo. Es igual que ya no recuerdes ni tu nombre. Es igual que todos tus deseos hayan quedado reducidos a un hilo de baba que recorre el corto camino de tus labios mudos al lamparón del cuello de tu camisa y que tus ojos miren a ninguna parte sin dejar de llorar no por emoción alguna sino de puro aburrimiento. Aparcado en el sillón del "ahí te pudras" de la casa de alguna nuera desalmada o frente al televisor en una sala de cualquier residencia de segunda abarrotada de más zombis que en "walking dead". El caso es vivir. Como si estar vivo fuese solo el acto reflejo de respirar, o de hacérselo encima. Tarde o temprano, la vida pierde el sentido. A veces por el deterioro físico y mental y a veces porque uno se gasta los últimos cartuchos pendiente del otro y cuando éste se va, ya no queda nada. Un cuerpo que perdió cin...